domingo, 3 de marzo de 2013

El apego a lo mundano.



Yuko Mishima nos formula una pregunta sencilla.- ¿Queréis tanto a la vida como para sacrificar la existencia del espíritu?
En esta época nuestra  nos encontramos  en una  crisis económica que estoy convencido que ha ido de la mano de una anterior y vigente crisis espiritual, moral y ética.  Hemos de reconocer que en estos tiempos el bombardeo de ideas y formas de vivir, modas pasajeras todas ellas, nos golpea incesantemente. Nos obliga a actuar, vestir o hablar de determinada manera, de movernos por  predeterminados ambientes y en resumen a encasillarnos en alguna de las etiquetas que nos ofrece esta sociedad, véase el heavy, la pija, el paleto, el gafa pasta…ect. Hasta para aquellos que no encajan claramente en alguna de esas prediseñadas formas de vida tiene nombre…el friki. En resumen, que para la tranquilidad mental de nuestros semejantes tenemos que pertenecer, o al menos parecerlo, claramente a algún grupo para que puedan ubicarnos en el variopinto mapa demográfico.
En relación con esta idea el individuo debe sacrificar toda posibilidad de cultivar la introspección ya que los pensamientos que entrarían en confrontación con  las reglas que dictan esas etiquetas anteriormente citadas serían una avalancha mental muy difícil de dominar. Es decir, que un tipo que pertenezca a una determinada tribu urbana, que viste, habla, se mueve e incluso piense  de determinada manera levantaría una importante duda sobre su lealtad al grupo si de la noche a la mañana cambiara, supongamos, simplemente la forma de vestir o los locales donde tomar una copa. Sacrificar al propio yo en virtud de una pose socialmente aceptable y reconocida por el resto del grupo, que no tendrán ningún pudor en señalar con el dedo a quien se salga de la norma. Llevándolo a un  extremo todos sabemos cómo muchos alemanes del año 1938 comenzaban a señalar así a sus vecinos de toda la vida para reafirmar su lealtad al gran grupo aunque pisotearan su alma y/o principios haciéndolo.

La pregunta es interesante sobre todo para aquellos que gritan a los cuatro vientos lo importante de vivir siempre al límite y disfrutar al máximo cada segundo sin mirar el mañana alegando un mal entendido Carpe Diem que poco o nada tiene que ver con la frase del poeta  Horacio. Es entonces cuando muchos la hacen suya interpretándolo  como un obsceno onanismo vital que solo da lugar a pequeños Dionisios que convierten sus deseos en la prioridad número uno. Un cerdo se come sus propias heces cuando tiene apetito, luego hay hombres que terminan comportándose con unas  formas más propias de animales priorizando continuamente todos sus deseos, hasta los mas banales.
Este enfoque es solo uno de los muchísimos que se pueden hacer de esta sencilla cuestión que daría para escribir libros enteros al ponerla en confrontación con la sociedad actual, de modo que la retomaré en otra ocasión.
Saludos.

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