Yuko Mishima nos formula una pregunta sencilla.- ¿Queréis
tanto a la vida como para sacrificar la existencia del espíritu?
En esta época nuestra nos encontramos en una crisis económica que estoy convencido que ha
ido de la mano de una anterior y vigente crisis espiritual, moral y ética. Hemos de reconocer que en estos tiempos el bombardeo
de ideas y formas de vivir, modas pasajeras todas ellas, nos golpea
incesantemente. Nos obliga a actuar, vestir o hablar de determinada manera, de
movernos por predeterminados ambientes y
en resumen a encasillarnos en alguna de las etiquetas que nos ofrece esta
sociedad, véase el heavy, la pija, el paleto, el gafa pasta…ect. Hasta para
aquellos que no encajan claramente en alguna de esas prediseñadas formas de
vida tiene nombre…el friki. En resumen, que para la tranquilidad mental de
nuestros semejantes tenemos que pertenecer, o al menos parecerlo, claramente a algún
grupo para que puedan ubicarnos en el variopinto mapa demográfico.
En relación con esta idea el individuo debe sacrificar toda
posibilidad de cultivar la introspección ya que los pensamientos que entrarían
en confrontación con las reglas que
dictan esas etiquetas anteriormente citadas serían una avalancha mental muy difícil de dominar. Es decir, que un tipo que
pertenezca a una determinada tribu urbana, que viste, habla, se mueve e incluso
piense de determinada manera levantaría
una importante duda sobre su lealtad al grupo si de la noche a la mañana
cambiara, supongamos, simplemente la forma de vestir o los locales donde tomar
una copa. Sacrificar al propio yo en virtud de una pose socialmente aceptable
y reconocida por el resto del grupo, que no tendrán ningún pudor en señalar con el dedo a
quien se salga de la norma. Llevándolo a un extremo todos sabemos cómo muchos alemanes del
año 1938 comenzaban a señalar así a sus vecinos de toda la vida para reafirmar
su lealtad al gran grupo aunque
pisotearan su alma y/o principios haciéndolo.
La pregunta es interesante sobre todo para aquellos que gritan
a los cuatro vientos lo importante de vivir siempre al límite y disfrutar al
máximo cada segundo sin mirar el mañana alegando un mal entendido Carpe Diem
que poco o nada tiene que ver con la frase del poeta Horacio. Es entonces cuando muchos la hacen
suya interpretándolo como un obsceno
onanismo vital que solo da lugar a pequeños Dionisios que convierten sus deseos
en la prioridad número uno. Un cerdo se come sus propias heces cuando tiene
apetito, luego hay hombres que terminan comportándose con unas formas más propias de animales priorizando continuamente todos sus deseos, hasta los mas banales.
Este enfoque es solo uno de los muchísimos que se pueden
hacer de esta sencilla cuestión que daría para escribir libros enteros al
ponerla en confrontación con la sociedad actual, de modo que la retomaré en
otra ocasión.
Saludos.
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